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Venecia


VENECIA

Mirada atrapada, en tus ojos de agua,
mientras una góndola solitaria, busca enamorados fugitivos.
El sol se sienta en mesas rojas, adornando panes con prochiutto,
y la tarde bebe capuchinos en honor al sol.

Encuentro de palomas en domos venecianos,
vitrinas mostrando joyas y mascaras en carnaval.
Gran canal navegando desde Santa Cecilia,
navegando lentamente hasta San marcos.

Humedad pegando mohos milenarios, casas viejas entre palacios venecianos,
barcos surcando puentes, palomas volando al cielo.
Entre góndolas y mandolinas, mi corazón canta, te busca entre canales ya viejos.

Cantantes y jóvenes en mascaras,
te aguardan en cada esquinas,
cae la tarde, …
se viste Venecia de oro.

A lo lejos…

Restaurantes con sabor a pizzas en queso Mozzarella.
ciudad de faroles, calles estrechas,
Venecia de agua, góndolas esperando la noche.
Venecia alucina en palabras de poeta.
@ Alexis Coald




fotografía @  (Vinicio TULLIO)  (www.printsofitaly.it).
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Venecia esta sacada de un cuento de la ruta de la seda y puesta en una exposición... parece irreal y sin embargo es una ciudad llena de una vida muy especial. Lógicamente el turismo deja su impronta, pero se denota que en su interior palpitan corazones y sentimientos. Es la ciudad de los enamorados sin duda.... Es un cuadro vivo. Es un rincón de niebla y misterio. Es una mezcla de canales que llevan tu sangre al medievo. Es arte y poderío de los antiguos comerciantes del Oriente... Auxi y yo pasamos unos días inolvidables en esta isla, enmedio de la bahía. Llegamos en tren a través de una empalizada enorme sin fin que te deja en la estación de las "barcazas del Gran Canal" que te acercan a todas las venas de la ciudad.
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Rincón del mundo que está sacado de la historia para ser todavía presente. Es otro lugar que no deberíais perderos... y si lo visitais en otoño seguro que la luz y los reflejos de sus canales os embriagará mucho más.
Venir a dar un paseo previo y conocer sus raices... Coger el remo y nos lo paseamos en una gondola. Animaros.... No os costará ni un duro este paseo. Aprovecharlo.
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En esta laguna de 551 km2, naturaleza e historia son indisociables desde que en el siglo V de nuestra era, las poblaciones vénetas, huyendo de las incursiones de los bárbaros, se refugiaron en los islotes arenosos de Torcello, Iesolo y Malamacco.

Las viviendas precarias se fueron transformando poco a poco en asentamientos permanentes, y lo que empezó siendo el refugio de los campesinos y pescadores de tierra firme se transformó en pocos siglos en una potencia marítima.

Surge una organización específica; en 697 queda instituida la función de dogo.

El islote del Rialto es el lugar elegido en 810 para la fundación de la nueva ciudad. Aparecen las primeras construcciones importantes, entre ellas la Basílica de San Marcos en 828, para preservar las supuestas reliquias del santo, y los monasterios benedictinos San Servolo, San Zaccaria y San Giorgio.

Con el cambio de milenio Venecia consigue concretar sus ansias de expansión económica, controlando la costa dálmata y asegurándose así un comercio floreciente.
La ciudad sigue parcialmente rodeada de pantanos, pero la creciente necesidad de espacio obliga a la población a habilitar esos terrenos insólitos y, en el siglo XII, están ocupadas todas las parcelas disponibles. Aparece un rito fundamental para Venecia: las bodas con el mar.
Este "sposalizio" da lugar todos los años de 1173 a 1797 a una ceremonia cuyo momento culminante es la entrega que hace el dogo de un anillo de oro al mar.
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En 1204, con motivo de la Cuarta Cruzada, Venecia negocia con los cruzados la toma de Constantinopla. Esta nueva posición estratégica le facilita aún más el acceso a todo el Mediterráneo: gracias a sus establecimientos en las riberas orientales, las islas jónicas y Creta, Venecia posee un imperio marítimo de un poder sin igual.
Durante este periodo fasto se produce asimismo el viaje de Marco Polo a China y se desarrolla una espléndida arquitectura.

Las primeras scuole, destinadas a los gremios de artistas y a las corporaciones, y los palacios de los mercaderes enriquecidos gracias a la prosperidad del tráfico comercial, magnifican la ciudad y, sobre todo, el Gran Canal, su principal vía de circulación.


Durante los siglos XIV y XV Venecia, valiéndose de su poderío marítimo, realiza conquistas en tierra firme y se apodera así de Treviso, Feltre, Bassano, Padua, Verona y Rávena. En 1350 la ciudad tiene 133.000 habitantes, entre ellos una importante comunidad judía encargada de las operaciones monetarias.
El Palacio Ducal adquiere progresivamente la forma que presenta hoy, se construyen la Ca’d’Oro y Santa Maria dei Miracoli. Dominicanos y franciscanos terminan al mismo tiempo sus iglesias respectivas, San Zanipolo y Frari.
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El Renacimiento confirma el lugar central que ocupa Venecia en las artes. Siguiendo el ejemplo de Durero, los más grandes artistas acuden a la ciudad, etapa insoslayable para su perfeccionamiento. Bellini, Carpaccio, Giorgione, Tiziano y Veronese, por citar sólo a los más famosos, trabajan en Venecia, mientras que arquitectos como Lombardo, Codussi, Sanmichele, Sansovino y Palladio hermosean la ciudad con edificios suntuosos.

En política, hacen su aparición los embajadores: estos diplomáticos, finísimos y muy competentes, suscitan enseguida la admiración general. La ciudad es cada vez más poderosa y cosmopolita: la décima parte de sus 200.000 habitantes son extranjeros.

Pero el esplendor de la república de Venecia alimenta la envidia de sus contemporáneos y en 1509 ha de hacer frente, en vano, a la coalición formada por Francia, España, el Imperio Germánico y el Papado. Además su dominación marítima, durante tanto tiempo indiscutible, va disminuyendo poco a poco.
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Pese a la gran victoria de Lepanto en 1571, decisiva en la lucha contra la expansión turca, no volverá a recuperar ya la posición que ocupaba. Este decaimiento no tiene repercusiones inmediatas en el número y el esplendor de las construcciones, buena prueba de lo cual son el conjunto arquitectónico de la Plaza de San Marcos y el Puente del Rialto.
El siglo XVII es una prolongación sin mayores sobresaltos del siglo anterior: el poderío económico de Venecia declina y, sin embargo, el esplendor de las construcciones se mantiene, como atestiguan la iglesia de la Salute, la Ca’Rezzonico o la Ca’Pesaro.

En el siglo XVIII la república de Venecia se va extinguiendo ineluctablemente pero, como reacción, la vida veneciana es de una extraordinaria alegría gracias a su famoso carnaval y a los casinos –ridotti- clandestinamente instalados en lugares discretos.


En eso consiste la vida diaria de los ciudadanos ricos: la pasión por el juego no tiene límites y en esas noches se ganan y se pierden enormes fortunas. Esta exuberancia encubre la profunda desesperación de una población consciente de asistir al agotamiento de su sistema.
La conquista por Napoleón representa de modo definitivo el fin de la independencia de Venecia. El 12 de mayo de 1797 queda abolida la constitución de la Serenísima y es destituido el último dogo, Ludovico Manin.
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El Dogo La República se desarrolla bajo la autoridad del dogo, nombre derivado del latín dux (jefe).

De 1173 a 1797, una ceremonia suntuosa pone de relieve la grandeza de Venecia. Como la República había apoyado al papa Alejandro III en sus luchas contra el emperador Federico Barbarroja, el Pontífice regaló al dogo un anillo, "símbolo de vuestro imperio sobre el mar".
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En conmemoración, el día de la Ascensión de cada año el dogo, revestido de oro, exhibe su galera de aparato, Bucentauro, y arroja al mar un anillo mientras dice: "Te desposamos, oh mar, como prueba de perpetua dominación".
El dogo no tiene un poder absoluto: lo aconseja y vigila el Consejo de los Diez, emanación del Gran Consejo, constituido por los representantes masculinos de las 297 familias aristócratas inscritas en un libro de oro.

Las relaciones entre el dogo y la nobleza no siempre eran fáciles, como muestra la historia de Marino Faliero. Este dogo del siglo XIV, amargado y superado por el poder creciente de los aristócratas, deseaba recuperar el peso político que tenía antes su cargo.

Sus relaciones con las familias patricias iban empeorando, y cada vez le costaba más esfuerzo soportar las bromas que circulaban a costa de las costumbres frívolas de su joven y bellísima esposa. Una noche que un joven noble cortejaba a su mujer en su presencia perdió la razón, decidió preparar de inmediato una venganza y asesinar a todos los patricios.


Pero la víspera del día fatídico la aristocracia descubrió el horrible proyecto, detuvo al dogo y lo condenó a muerte. Marino Faliero fue decapitado en la entrada del Palacio de los Dogos, en el lugar mismo en que había jurado lealtad a la República.

Venecia y su laguna forman un paisaje único.
En esta ciudad acuática, donde la noción de tierra firme pierde su sentido, se ha venido constituyendo a lo largo de 1.000 años un extraordinario museo de arquitectura.
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Por desgracia sobre este patrimonio cultural y natural se ciernen gravísimas amenazas. La imagen de ciudad hermosa y romántica se hizo añicos el 4 de noviembre de 1966, cuando cayeron en el norte de Italia lluvias torrenciales que provocaron inundaciones de una magnitud y una violencia excepcionales en Venecia y en Florencia.
Los daños fueron inmensos: a las numerosas pérdidas en vidas humanas y a los daños materiales hubo que sumar los desperfectos de miles de obras de arte.

La comunidad internacional pudo percatarse entonces del mal estado de conservación del patrimonio de la Ciudad de los Dogos.
La Conferencia General de la UNESCO, reunida por entonces, adoptó la decisión de hacer un llamamiento a la solidaridad internacional por boca de su Director General, René Maheu.

Ese arranque de generosidad no se ha debilitado y, treinta años después, el balance de las realizaciones está considerado unánimemente como un éxito, tanto desde el punto de vista de la realización técnica como del de la cooperación internacional.
No obstante, Venecia sigue requiriendo atentos cuidados, y su perennidad depende de la constancia de la vigilancia que ejerzamos.
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1. 4 de noviembre de 1966 Todas las condiciones meteorológicas que provocan las inundaciones (variación estacional del nivel del mar, siroco, baja presión atmosférica) se habían dado por desgracia cita el día 4 de noviembre de 1966, y una espectacular acqua alta sumergió la Plaza de San Marcos bajo 1,20 m de agua. El indicador de nivel situado en la punta de la Salute registró una altura récord de 1,94 m.

Muchas obras de arte quedaron destruidas, 5.000 venecianos perdieron su vivienda y la angustia de que el mar terminara por tragarse Venecia alcanzó su punto culminante.
Esta marea monstruosa reveló a los ojos del mundo la decrepitud de la ciudad y dejó claro el peligro real que representan la frecuencia y la magnitud de las acque alte.

Se produjo al fin una toma de conciencia de que el desolador estado de degradación de la ciudad no se debía a esta inundación catastrófica, sino a un proceso antiguo y constante de erosión, agravado por una negligencia absoluta.


La transformación de Venecia en ciudad-museo Venecia es una ciudad de ensueño, en la que cuesta imaginar que se pueda llevar una existencia "normal".

Sin embargo, esta faceta de la ciudad es indispensable para su perennidad: que los venecianos vivan en su ciudad, que hagan en ella sus compras y ejerzan múltiples oficios es algo sin duda prosaico, pero que resulta esencial.

Venecia se va despoblando cada vez más deprisa.

Si en los años 50 la ciudad tenía 175.000 habitantes, las previsiones para el año 2000 anunciaban una población de 40.000 personas.

71% de los que se van son jóvenes (menores de 45 años) y lo hacen, según ellos, de mala gana, obligados por la presión de factores insoslayables.

La particularidad del tejido urbano provoca ciertamente dificultades, a las que cada cual hace frente mejor o peor según los casos.


Así, a las industrias les cuesta encontrar un local asequible de dimensiones adecuadas y servicios con bajos costos, y vacilan en instalarse debido a las dificultades de acceso para usuarios y clientes. La laguna se ha convertido en un molesto elemento de separación con el continente.
Pese a los esfuerzos positivos de los sistemas de servicios públicos y a la buena imagen de Venecia, las empresas prefieren renunciar, actitud que tiene repercusiones inmediatas en el desempleo, que entre 1981 y 1991 ha aumentado considerablemente.

Las partidas más sonadas han sido la de la sede central de los Seguros Generales (2.000 empleos), las de las direcciones provinciales de varios bancos, la dirección de la tipografía del diario "Il Gazzettino" y la de la compañía aérea italiana Alitalia.

Los particulares tropiezan con las mismas dificultades para instalarse que las empresas. Sus críticas en cuanto a la calidad de la vivienda (falta de espacio, de comodidad, de luminosidad; los inconvenientes de las acque alte, la falta de unos servicios higiénicos correctos; los problemas de calefacción; la imposibilidad de disponer de un automóvil cerca) suelen culminar en un traslado a otra ciudad.


El elevado costo de esas viviendas inadecuadas facilita la decisión. En efecto, la necesidad constante de hacer obras de rehabilitación y la obligación de recurrir a métodos de construcción tradicionales y onerosos desaniman a los propietarios. Los alquileres escasean y son caros.
Las consecuencias para la ciudad son tristes.

En primer lugar, Venecia parece abandonada: en invierno, la ciudad está muerta, sin la menor animación, y algunos barrios están siempre vacíos, abandono que acelera el proceso de deterioro . Sólo revive en verano, gracias al turismo.
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Asimismo se observa una transformación de la estructura social: la población activa se reduce, y las clases medias desaparecen.
Pero la consecuencia social más importante es el envejecimiento de la población: la categoría de edad de 0 a 19 está escasamente representada, y la edad media era de 45,5 años en 1991.

Como la industria y la agricultura no pueden prosperar en Venecia, aumenta la concentración en el sector terciario.

La partida de los habitantes ha dado lugar a una reducción de la oferta local: entre 1988 y 1996 desapareció 20% de la oferta comercial de artículos de consumo corriente.

Además, las dificultades de abastecimiento, la creciente escasez de comercios, la subida de los precios y el descenso de la calidad favorecen el auge de los grandes supermercados de tierra firme.

Se trata de un círculo vicioso, ya que este factor es perjudicial para las nuevas instalaciones.

Las actividades estables disminuyen y los empleos precarios relacionados con el turismo propician un menor nivel de profesionalismo.


Las diferentes administraciones públicas y semipúblicas de la región y de la provincia se mantienen aún en el corazón histórico de la ciudad, pero el centro va perdiendo terreno frente a Mestre: los servicios para las familias se encuentran ahora en tierra firme.

Queda el turismo, sector que goza de excesiva prosperidad en Venecia, fuente a la vez de riqueza y desastres.

En 1994 ocuparon la ciudad casi 10 millones de visitantes, es decir, 107 turistas por habitante al año. No parece que la avalancha esté perdiendo fuerza, ya que las previsiones para 2005 anuncian 15 millones de turistas.

Desde hace varios decenios, la ciudad se ha vuelto decididamente hacia este turismo de masas, cuyos dividendos inagotables explican los precios exorbitantes que exhiben los comercios y servicios de la Serenísima.

Entre 1976 y 1991 aumentó en 144,4% el número de restaurantes, pizzerie y trattorie.
Este atractivo turístico es el eje en torno al cual gira la ciudad, pero esta especialización tiene, por desgracia, sus aspectos negativos.

La compra de residencias secundarias por los turistas no aporta nada a la ciudad, ya que esas viviendas, casi siempre vacías, impiden la instalación de venecianos auténticos y reducen la animación de la vida cotidiana.

Además, la facilidad de las ventas por el sistema de multipropiedad favorece el alza de los precios de la vivienda y los habitantes con ingresos medios resultan penalizados.

Para los visitantes menos afortunados que, careciendo de medios, se dan una día para recorrer la ciudad (los "excursionistas" representan 68% de los visitantes), Venecia se ha convertido en un objeto de consumo rápido.

La calidad de las tiendas y los restaurantes decrece. La zona más representativa de esta evolución es la Plaza de San Marcos, donde la invasión de puestos de venta de recuerdos y la proliferación de locales de restauración rápida han ahuyentado a los venecianos.

Paradójicamente, los turistas se sienten atraídos por una imagen que su propia presencia destruye, pues su excesivo número provoca en los peores momentos fenómenos de congestión que desnaturalizan el ambiente veneciano original.
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Esta aglomeración, la menor disponibilidad de servicios para los usuarios habituales y la inflación de los precios son otros tantos obstáculos que se oponen a la implantación de actividades productivas y servicios ajenos al turismo.

Se llega así a producir un desequilibrio en la estructura física de la ciudad, ya que las zonas de acceso, como Tronchetto, Piazzale Roma o la estación prosperan, mientras que los barrios centrales decaen.

Se ha llegado al umbral mínimo para conservar una red adecuada de servicios públicos y privados. Venecia se convierte en una ciudad museo y pierde sus funciones de ciudad residencial.
Ahora bien, la revitalización de la ciudad es uno de los objetivos principales de la campaña de salvaguardia.

Venecia y su laguna Venecia se extiende sobre un conjunto compacto de 118 islas sumamente próximas, unidas por 160 canales, en medio de una laguna de unos 50 km de longitud y 15 km de anchura (551 km2 de superficie).

Separada del Mar Adriático por una franja arenosa, se accede a la laguna por tres pasos: el Porto di Lido, el Porto Malamocco y el Porto di Chioggia. Los canales naturales y artificiales, balizados con postes, son navegables. La profundidad natural media de la laguna es muy escasa y no suele sobrepasar 1 ó 2 metros.


La laguna se divide en cuatro tipos de superficies:

La primera comprende las superficies no sumergibles, esto es, las islas, los islotes y los diques, y equivale a un cuarto de la superficie total.

La segunda abarca las superficies únicamente sumergidas por las grandes mareas. Estas tierras, cubiertas de vegetación adaptada al medio salino, presentan las características de las marismas y se las conoce con el nombre de barene, es decir, bancos de arena.

El tercer tipo lo constituyen las superficies sumergidas por las aguas de cada marea, con vegetación exclusivamente acuática. En esta categoría se encuentran las velmes, extensiones de lodo visibles con marea baja y en las que se pierden los canales menores o ghebi.

El cuarto tipo son los canales, que pueden ser naturales o artificiales, ya que la laguna lleva varios siglos de adaptación regular a las necesidades de sus habitantes.

En medio de la laguna, la mezcla insólita de aguas dulces y saladas está sometida a una renovación permanente gracias al sistema de corrientes y mareas. Este movimiento permite que se purifique y oxigene el agua de la laguna y de los canales, fenómenos esenciales para toda la vida acuática.

Las partes que reciben este aporte constante de agua fresca constituyen la "laguna viva"; las demás, la "laguna muerta". Esta porción muerta comprende: los pantanos, algunos canales, los ghebi y los "valles de pesca", esto es, las partes cercadas de la laguna destinadas a la industria pesquera.

El fenómeno de las mareas del Mar Adriático se produce cada seis horas y llega al mismo tiempo a los tres pasos de la laguna, cuyas aguas frenan la corriente, de modo que el agua salada penetra despacio. Sin embargo, el agua se comporta de distinta forma cuando toma un canal natural y un canal artificial.
En el caso del canal natural, la amplitud de la marea disminuye debido a las irregularidades y al encuentro con las barene durante su recorrido, pero en el otro caso la velocidad aumenta porque nada retiene el agua, lo que provoca múltiples daños.

Los venecianos supieron aprovechar las particularidades de este terreno poco hospitalario a priori e instalaron en él una república floreciente.

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